Eneolítico y bronce
A finales del III milenio a.n.e las profundas transformaciones neolíticas estarán ya plenamente asumidas por una población cada vez más numerosa y con más capacidad para alterar el medio ambiente.
De estos momentos, caracterizados en nuestro territorio por la aparición de los primeros poblados, los entierros colectivos en cuevas y las primeras herramientas de metal, son algunas de las inhumaciones de la Cova del Montgó y de la Cova del Barranc del Migdia.
Este último yacimiento corresponde a una cueva de entierros colectivos, con un importantísimo conjunto de pinturas rupestres esquemáticas con un significado religioso o de culto que ahora se nos escapa.
A principios del segundo milenio se inicia una nueva estapa que corresponderá a la última fase de la prehistoria, la Edad del Bronce (1.800 / 800 a.n.e aproximadamente). Ahora, se multiplican los pequeños poblados ubicados generalmente en las cumbres de las lomas (Tossal de Santa Llúcia, Alt de les Capsades, els Tossalets, etc.), con casas hechas de piedra y barro, y una economía centrada en la agricultura cerealística y la ganadería. Así, serán características de este momento las “dientes de hoz”, elementos de sílex tallado que encastados sobre una estructura de madera formaban una especie de hoz o guadaña utilizada para segar. También en este momento se generaliza el uso del cobre/bronce, aumentando paulatinamente su presencia en los yacimientos y especialmente, durante el Bronce Tardío/Final (finales del II milenio a.n.e – primeros siglos del I milenio). De este periodo es el asentamiento del Cap Prim, lugar en el que se constata la actividad metalúrgica (molde de fundición, nódulos de cobre, etc.).
En las vitrinas del museo se exponen diversos materiales recuperados en yacimientos en el término: cerámicas (algunas de ellas decoradas, siempre hechas a mano), herramientas de piedra pulida, pesos de telar y red (?), útiles de cobre/bronce, un molino de piedra branquiforme y la restitución de una hoz de la Edad del Bronce con dientes de sílex.