Fiestas y tradiciones. Pinturas Soler Blasco

LA SALPASSA

Durante los tres primeros días de la Semana Santa, se hacía una procesión formada por el sacerdote, los mayorales, el sacristán y los acólitos.
Detrás de esta comitiva iba una cuadrilla de chiquillos, chillando y cantando, que llevaban unas mazas de carrasca con las que golpeaban en el suelo. Con esta ceremonia eran bendecidas las casas y la sal,  completando un circuito que comenzaba el Lunes Santo con la visita  a la Duana, Martes Santo a los arrabales y Miércoles al  centro de la villa.
Cuando el rector entraba en la casa la rociaba con el agua bendecida y después daba a besar la cruz. Un acólito dejaba un pellizco de sal encima de la mesa y otro agitaba una canastilla pidiendo “un ouet, un dineret”. A veces pasaban delante de una casa cerrada: era el momento en el que los chiquillos mostraban su disgusto golpeando con las mazas.

BUVEROTA

Ya hace muchos años, cuando los caminos y calles del pueblo estaban escasamente iluminados, los jovenes de Xàbia aprovechaban la oscuridad de la noche para hacer  bromas y asustar a la gente.
Una de las más recurrentes, era la de esconderse arriba de un gran algarrobo que estuviera cerca de la casita de campo de un conocido. Cuando el amigo volvía a casa, los compañeros hacían ruidos extraños e incluso se disfrazaban enrollándose con una sábana. El pobre muchacho, muerto de miedo, salía disparado para llegar rápido a casa mientras los amigos reían a gusto.

EL PAL ENSABONAT

En todas las fiestas tradicionales, había un día dedicado a los jóvenes en el que hacían juegos y competiciones, como son las carreras de sacos, las piñatas, la carrera del gallo y otras. Tal vez, una de las más divertidas, sobre todo por su dificultad, era la del palo enjabonado, que reunía un buen número de espectadores.
Un gran palo redondo, en muchos casos el mástil de un viejo velero, era plantado en tierra, colocando encima un pollo que servía como reclamo y premio de aquellos jóvenes que se atrevían a intentarlo. No era nada fácil conseguirlo, los muchachos se resbalaban una y otra vez hasta que alguno llegaba.
En el puerto, el palo se ponía horizontal sobre el  mar, con lo que cuando se resbalaban se daban un buen baño.

EL BOU EMBOLAT

La tradición de los toros en la calle está muy enraizada en nuestros pueblos, y eso a pesar de las prohibiciones que en otros tiempos tuvieron.
Las vaquillas, de una en una, corren por la calle persiguiendo a todos. A la gente le agrada y dedica aplausos a los jóvenes más valientes.    Pero cuando el personal chillaba y enloquecía de verdad, era cuando amarrando un toro de más de media tonelada a un pilón, le ponían un artilugio en los cuernos con un par de bolas alquitranadas que rápidamente eran encendidas. Las luces se apagaban y el toro, con las dos llamas encima de la cabeza corría arriba y abajo por las calles enfurecido y rabioso por el fuego.    El embolado suele ser el último toro que sale  de noche, siendo una especie de colofón de esta ancestral fiesta.

EL BAN

Hacer Ban, o “Bando” como se dice coloquialmente, era una de las faenas más importantes que tenían los alguaciles de nuestros pueblos.
En un tiempo sin los actuales medios de difusión y con un altísimo porcentaje de analfabetismo, la comunicación oral era la mejor y más rápida de las maneras de hacer llegar las noticias a los ciudadanos.
Los bandos se hacían por orden del alcalde o bien  por un particular, que pagando el tributo correspondiente, quería difundir el producto que vendía o el trabajo que realizaba.
El alguacil se paraba en los cruces de las calles y hacía sonar un cornetín de latón, y en tiempos anteriores un tambor, haciendo que la gente saliera de las casas para oír la noticia que era proclamada con voz clara: !!D’ordre del senyor alcalde, es fa saber ...(De orden del señor alcalde se hace saber...).

L’ENFIT

El enfit o empacho se puede coger por muchas y variadas causas, pero siempre relacionadas con la comida: comer demasiado, comer con asco, comer fruta verde, etc.
En todos nuestros pueblos había (y todavía hay)  mujeres especializadas en trencar l’enfit (romper el empacho). Para hacerlo, cogían un pañuelo grande y ponían al enfermo delante. Con la ayuda de éste, medían tres codos, cogían esa medida y una punta del pañuelo se ponía sobre el vientre del enfermo. Volvían a contar tres codos y si era grande el empacho faltaba pañuelo y la mano llegaba hasta la cabeza. Poco a poco irá bajando hasta llegar al ombligo sobre el que se harán cruces i oraciones. Normalmente, el enfit se rompe y el enfermo sana.

LA RONDALLA

La rondalla es una agrupación musical de carácter popular formada por guitarras, laúdes, bandurrias, castañuelas, cañas y otros instrumentos tradicionales, a veces acompañada de danzas, que se formaba para hacer serenatas y cantar por las calles generalmente por la noche.
Los motivos para cantar eran diversos, desde halagar a alguna soltera, pasando por hacer fiesta o incluso para burlarse de alguien.
Los jóvenes que formaban la rondalla, se paraban delante de la puerta de la casa escogida esperando una respuesta amable de los amos, convidándoles a beber y comer alguna cosa. A veces, ni el tono de la canción ni las horas de la ronda eran bien acogidas, provocando el enfado y  la “poalada” (cubo lleno de agua) de los ofendidos.

LA LLATA

La llata es el trenzado de la palma del palmito o esparto que popularmente se ha utilizado para hacer capazos, barxes, sombreros y otros muchos objetos de nuestra cultura tradicional.
Para poder manipular estas fibras vegetales, era necesario realizar previamente un costoso proceso de elaboración (cosecha selectiva, secado, azufrado y embrinat -acción de separación de las facetas de la hoja-, en el caso de la palma; mientras que el esparto, después de cosechado, había que empaparlo durante unos cuantos días en agua, normalmente marina, y después era picado). Con los brins (hebras) listos, iba haciéndose la trenza de llata (pleita) hasta formar un roll (rollo), que después era cosido formando capazos, sombreros, etc.

EL PORRAT

Los porrats eran los mercadillos de golosinas y otros objetos como juguetes y pañuelos, que se formaban alrededor de una fiesta religiosa de cariz muy popular. Normalmente duraban solo el día  de la fiesta, siendo muy deseados por la chiquillería y las solteras, que recibían regalos de los familiares y los prometidos: turrón, dátiles, caña de azúcar, pasas o  pañuelos de pita.
A Xàbia se celebraban tres principalmente:
El Porrat de Sant Joan, situado alrededor de su ermita el 27 de diciembre, y que a raíz de la construcción del cementerio, a principios del siglo pasado, fue trasladado a la placeta del Convent. En la actualidad no se celebra.
El Porrat de Sant Antoni se celebraba el 17 de enero  en Baix la Mar, es decir en la Duana (barrio del puerto). San Antonio, protector y benefactor de los animales domésticos, siempre ha sido muy celebrado por la cultura tradicional. Su Porrat, que fue olvidado durante muchos años, vuelve ahora a celebrarse.
El Porrat de Santa Llúcia se hacía el 13 de diciembre, día en el que muchos xabiencs y xabienques suben a la ermita de Santa Lucia y Santa Bárbara en romería. Actualmente, aunque ya no se montan los tenderetes, continua subiéndose a este ermitorio, situado en la cima de un cerro próximo al pueblo.

LA MATAZA DEL CERDO

El cerdo fue durante muchos años un animal que no podía faltar en los corrales. Los labradores compraban un lechón de seis o siete semanas para engordarlo. Le daban comida moderadamente hasta que unas seis semanas  antes de la matanza le doblaban la ración: higos, patatas, boniatos, maíz, y  otros brebajes.
El día fijado, siempre cerca de Navidad, se preparaba una gran mesa en la que se mataba el animal. Después, con una aliaga encendida, se le quemaba el pelo, rascando  la piel con una tosca y gran cantidad de agua. A continuación se pasaba a la porquejada, comenzando por trocear el cerdo. La carne destinada al  embutido se trituraba y con otros elementos (sangre, cebolla, especias, etc.), iban elaborándose los productos que permitirían comer carne de cerdo meses después de la matanza.  

L’ESCALDADA

El escaldado de la uva es la parte más importante del proceso de elaboración de la pasa. Básicamente, consiste en sumergir unos instantes la cassa con uva dentro de una caldera llena de agua con lleixiu hirviendo. Con esto, se conseguía  hacer unos finos cortes en la piel de los granos de uva  que favorecían  su secado.
La uva escaldada y bien caliente se escampaba sobre los cañizos, que rápidamente se extendían sobre el sequer. Cada tres días, aproximadamente, se iban girando los racimos. Al cabo de una semana o diez días la pasa estaba lista, y la recogían y la guardaban en capazos de palma.
La lluvia y la humedad eran los grandes enemigos de los paseros. Por eso, durante la noche, se apilaban los cañizos y se cubrían con bous (grandes velas). Cuando la amenaza era de lluvia, los cañizos se ponían a cubierto dentro de los riuraus.

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