Numismática

Del Dracma a la peseta

En el mundo antiguo el concepto de dinero se materializó adoptando formas muy diversas; de todas ellas la moneda se convirtió en la forma más usual, lo que vino a facilitar en gran manera las transacciones comerciales.
Desde que la moneda como forma de dinero apareciese por primera vez  en la costa griega de Asia Menor a fínales del siglo VII ane, ha experimentado numerosas transformaciones.
Con el establecimiento, primero, de relaciones comerciales y la fundación de colonias griegas y  fenicias en la Península, se  comienza a difundir el uso de la moneda a partir del s. V ane.
La progresiva conquista de la Península entre los años 237 y 206 a.c. por los cartagineses y la posterior victoria por parte de los romanos  tras la Segunda Guerra Púnica  (218-201 a.c.) supone  un proceso de dinamización  imparable del uso de la moneda que hacia mediados del s. III está plenamente institucionalizada en la sociedad ibérica,  con acuñaciones propias , claramente influenciadas por el dracma griego, primero,  pero adaptándose cada vez más a los modelos  de acuñaciones romanas, para terminar integrándose plenamente en el sistema monetario romano
En Valencia las cecas de Arse (Sagunto) y Saitabi (Xàtiva) hacia el 215 ac. se convirtieron en los grandes centros económicos y de producción monetaria como lo prueba las abundantes emisiónes   durante siglos, producción completada con la fundación romana de Valentia que contribuyó a familiarizar a los valencianos con los usos y modos de vida romanos.
La  llegada de los pueblos germánicos en el s. V d.c., si bien  hay una continuidad del uso de las emisiones de época tardo -romana, que  seguirían imitando, supone la incorporación de nuevas monedas acuñadas por el reino vándalo y bizantinos, hasta la creación de Al-Andalus.
Con  la llegada en 711 dc. de los musulmanes a  la Península Ibérica empezaron a producirse una serie de cambios en el modelo socio cultural , religioso, de lengua  y de moneda.  El  nuevo numerario está formado por monedas epigráficas  con leyenda de carácter religioso y en lengua árabe.
La conquista de la ciudad de Valencia por Jaume I el Conqueridor en 1238 supuso un aumento en la variedad de monedas que circularon por tierras valencianas.  
El sistema monetario medieval dentro del cual  se articulaban las monedas valencianas estaba basado en tres unidades: el diner, el sou y la lliura. De estos solo el dinero se convirtió en una moneda real, ya que nunca se acuñaron monedas con el valor de un sueldo o una libra que solo funcionaron como unidades de cuenta sobre las que se basó toda la contabilidad en época medieval.
Bajo el gobierno de los Austrias (1517-1700) Valencia mantuvo el sistema monetario foral, propio del   reino de Valencia. Se trata de monedas emitidas en tres metales diferentes: ducados y escudos de oro, dihuités de plata y diners de vellón. Junto a estas circulaban numerosas monedas de otros territorios en su mayoría de Castilla y Cataluña y del extranjero. Para simplificar las operaciones existía  la moneda de cuenta, que en Valencia desde época medieval eran la libra, el sueldo y el dinero.  La moneda de cuenta servía como referencia fija para establecer la cotización  de las monedas  de oro y plata ante las fluctuaciones del valor de los metales preciosos.
Un cambio importante fue la introducción de la técnica de acuñación con molinillo,  que se produjo en Valencia  en el tránsito de los ss. XVII a XVIII, durante el reinado de Carlos II y que se generalizaría con Felipe V, sustituyendo a la técnica de martillo que se utilizaba desde época ibérica.     Con el nuevo acabado, se dificultó el que se limasen y recortasen las monedas poniendo freno a los fraudes.
Tras la victoria borbónica  de Felipe V en la Guerra de Sucesión (1707-1746), se asiste a una importante transformación del sistema monetario,  el cambio dinástico supusó junto al triunfo del centralismo y el absolutismo,  la imposición del sistema monetario castellano y la desaparición de las monedas valencianas y el sistema tradicional  de moneda de cuenta (libras,  que sería sustituido por el real de vellón, como consecuencia del Decreto de Nueva Planta.
El sistema monetario borbónico sufrió importantes  transformaciones y un proceso de modernización a lo largo del s. XIX que desembocó  tras la crisis de los últimos años del reinado de Isabel II en la reforma de todo el sistema monetario en 1868, adoptándose   la peseta como unidad y terminando con las dificultades derivadas de los complicados sistemas monetarios de épocas anteriores.
El nuevo sistema estuvo vigente  hasta la Guerra Civil, tras la cual, primero con el Gobierno del Dictador Franco y posteriormente con el rey Juan Carlos I, el sistema pasa a basarse ya por completo en valores fiduiciarios.

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